VIENE al caso, en los momentos complicados que vivimos, recordar, difundir y hacer nuestro el preámbulo de la Declaración de una ética mundial, redactada por el Parlamento de las Religiones del Mundo y presentada por Hans Küng en su obra ‘Proyecto de una Ética mundial’, donde se nos insta a que alcancemos un consenso fundamental a partir de valores comunes, opiniones y normas reconocibles por todos los seres humanos en el seno de sus propias tradiciones:
«El mundo agoniza. Agonía tan penetrante y opresiva que nos sentimos movidos a señalar las formas en que se muestra para poner de manifiesto lo hondo de nuestra zozobra. La paz nos da la espalda. El planeta está siendo destruido. Los vecinos viven en el temor mutuo. Hombres y mujeres se distancian entre sí. Los niños mueren. Todo ello es terrible.
Condenamos el mal uso de los ecosistemas de nuestra Tierra. Condenamos la miseria, que estrangula las posibilidades de vida; el hambre, que debilita los cuerpos de los seres humanos; las desigualdades económicas, que a tantas familias amenazan con la ruina. Condenamos el desorden social de las naciones; el desprecio de la justicia, que empuja a los ciudadanos hacia la marginación; la anarquía, que gana posiciones en nuestras comunidades; y la absurda muerte de niños mediante la violencia. Condenamos especialmente la agresión y el odio en nombre de la religión. Esta agonía debe cesar, porque ya existe la base ética. Tal ética brinda la posibilidad de un mejor orden individual y global que aleje a los hombres de la desesperación y a las sociedades del caos…
Afirmamos que hay una norma irrevocable, imprescindible en todos los ámbitos de la vida, válida para las familias y las comunidades, para las razas, naciones y religiones. Ya hay criterios ancestrales del comportamiento humano que pueden hallarse en las enseñanzas de las religiones del mundo y que son la condición de un orden mundial duradero.
Así, declaramos que todos somos interdependientes y que cada uno de nosotros de-pende de la salud del conjunto. Por ello respetamos la colectividad de los seres vivientes, hombres, animales y plantas, y nos sentimos preocupados por la conservación de la Tierra, del aire, del agua, del suelo. Que como individuos somos responsables de todo lo que realizamos (…). Que debemos tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros. Nos comprometemos a respetar la vida y la dignidad humana, la individualidad y la diferencia, de suerte que toda persona sin excepción reciba un trato humano (…).
Consideramos a la Humanidad nuestra familia (…). Nadie debe ser jamás considerado o tratado como ciudadano de segunda clase. Nadie debe ser sometido a explotación, de la clase que sea. Entre hombre y mujer debe existir una consideración basada en la igualdad. Nos declaramos comprometidos con la cultura de la no violencia, del respeto, de la justicia y de la paz y renunciamos a la violencia como medio de resolver las diferencias (…). Nos esforzaremos por conseguir que cada cual reciba las mismas oportunidades para desarrollar plenamente sus cualidades humanas (…), evitando dejarnos arrastrar por los prejuicios u odios.
La Tierra no puede cambiar a mejor si antes no cambia la mentalidad de los individuos. Nos comprometemos a dilatar nuestra capacidad de percepción sometiendo a disciplina nuestro espíritu mediante la meditación, la plegaria o la reflexión positiva, Por ello nos comprometemos a implantar una ética mundial, con una mutua comprensión y con aquellas formas de vida que conlleven un concierto social, la consolidación de la paz y el respeto a la naturaleza».
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